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La Histórica Marcha para la paz – sus intereses, su significado, el precio de la paz, y sus excluidos

Foto: EFE.

Hoy día en las calles de Bogotá millones de cuerpos colombianos se salieron a las calles, diciendo que ya no quieren mas amenazas a la integridad y seguridad de los mismos cuerpos. Estos cuerpos, despues de 49 años de asesinatos, masacres, lesiones, minas antipersonas, despariciones forzadas, reclutamientos forzados, desplazamientos forzados, violaciones, torturas, secuestros, bombas, y amenazas, quieren traer a la realidad el sueño de una Colombia en paz en vez de una en guerra contra los subversivos.

La marcha fue inicialmente organizada por La Marcha Patriotica y Colombianas y Colombianos por la Paz, liderados por la ex-senadora y auto-denominada defensora de derechos humanos, Piedad Córdoba. Esta fue una movilización pacifica en favor del actual proceso de paz entre el gobierno colombiano y la mayor insurgencia en el país, las FARC-EP.

La movilización se esta realizando en el símbolico 9 de avril, el día nacional de memoria y solidaridad con las víctimas, y el anniversario del asesinato del caudillo Libéral, Jorge Eliecer Gaitán Ayalo que desató el periodo de guerra llamado “La Violencia”.

Algunos medios estan hablando de que asistieron diez de miles a la marcha en solo la plaza de bolivar; otros, especialmente en las redes sociales, ponen la cifra de asistentes en mas de un millón solo en la capital.

En un sentido, esta marcha se puede considerar como histórica en que muestra un completo cambio de tono de las movilizaciones. Hace solo 5 años, la marcha ‘histórica’ fue la del Sr Oscar Morales quien a traves de Facebook organizó la campaña de “Un Millón de Voces Contra Las FARC” que movilizó, por la primera vez en años, millones de colombianos en contra de ese grupo armado. Sin embargo, esta marcha fue fuertemente críticada por su parcialidad (tapando los crímenes de los paramilitares y las Fuerzas Armadas) y por validar el discurso guerrerista y anti-guerrillero del establecimiento político y su contrainsurgencia. Vale resaltar que el ex-Presidente Uribe apoyo esta marcha y sus objetivos.

Ahora, se habla de una marcha pacifica en contra de la guerra y por la paz, organizada por unas entidades que son por nada non-controversiales (la ex-senadora y la Marcha Patriotica han sido acusadas de tener vinculos con la insurgencia marxista). Sin embargo, el país en esta ocasión parece unirse en una marcha multidinaria, sin importar las diferencias sociales y políticas de los participantes, en contraste a la marche de hace cinco años que estaba mas explicitamente ligada a intereses políticos particulares.

Aunque fue organizada por estos seres que todavia tienen una posición ambigua y controversial en el imaginario público, la marcha y su gesto para la paz fue bien recibida por muchos sectores del pensamiento corriente – el propio Presidente de la República, Juan Manuel Santos Calderón, invitó a los colombianos a marchar. El Partido de la U tambien ha estado en favor, y el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro tambien llamo con mucha pasión a los colombianos a unirse a este gesto de solidaridad con las víctimas. Hasta los medios corrientes también domestraron su apoyo para la marcha.

Mejor dicho, los manifestantes de la MP quienes vinieron de todas las partes del país, muchos de ‘la Otra Colombia’, invitaron a la Colombia urbana y de clase media a temporaneamente olvidar sus divisones sociales y marchar por una paz común. Y la invitación, inesperadamente, fue bien recibida por la sociedad urbana que hace pocos años estaba marchando en pro de la contrainsurgencia.

Yo creo que la reflexión del editor de la Revista Semana mejor describe el momento político que ocurrió hoy:

En este sentido, quizá la principal lección del 9 de abril no es simplemente que el gobierno logró un importante apoyo callejero y popular a su política de negociación, sino que colombianos de orillas muy distintas, incluso enfrentadas, lograron coincidir por un día, en completa calma, en torno a un objetivo común. Pasada la marcha, por supuesto, las diferencias seguirán. Pero hay muy pocos precedentes de una alianza que vaya de lo más granado del establecimiento hasta lo más ‘duro’ de la izquierda a favor de la paz y la solución negociada. Hasta las Farc y el Eln dieron su apoyo a la manifestación.

Sin embargo, la marcha para la paz, irónicamente, pese a su caracter unificador, también resaltó las profundas divisones sociales y políticas que el proceso a agujido. Oponentes a la marcha incluyeron la rara combinación del Polo Demócratico Alternativo (aunque el congresista Ivan Cepeda y Gustavo Petro asistieron), y por supuesto, el ex-Presidente Uribe y su Puro Centro Demócratico. Los izquerdistas, por su parte, no quieren legitimizar una supuesta politicización del proceso usado por el Presidente Santos para su reelección.  Los uribistas, consideran que negociar con el grupo armado es legitimizarlo y que el proceso esta negociando ‘temas de nación’ con un grupo de ‘narcoterroristas’. En particular, el expresidente a traves de su radio-periodico de Twitter trato a la marcha de un ‘irrespeto’ para las víctimas de la insurgencia.

La marcha tiene bastantes apuestas políticas como lo contó La Silla Vacía- primero que todo, legitimizó, parcialmente, a la Marcha Patriotica y a la ex-Senadora. También, aunque Santos no marcho hasta la Plaza de Bolivar (como lo dijo el editor de Semana, ‘no hubo foto del Presidente con la ex-Senadora’), se puede ver facilmente como la Marcha le esta dando al Presidente una gran ayuda en lograr el ‘mandato’ popular para la negociación del cual le reclamaba el ex-Presidente Andrés Pastrana en su crítica del proceso.

Todo en este mundo, y mucho más en Colombia, tiene interéses particulares – la paz de Colombia debe ser para todos los colombianos, multidinaria, como fue la marcha de hoy. La paz no le debe corresponder a ningún partido político ni ningún mandatario, pero como algunos del Polo han señalado, esto no es el caso.

De el mismo sentido, tenemos que interrogar: esta marcha, y esta paz, es de quien y para quien? Los que ahora estan sentados en la mesa en La Habana discutiendo el comienzo del fin del largo y sangriente conflicto social y armado colombiano son generales, representantes del gobierno casi exclusivamente bogotanos, y no una representación amplia de quienes tienen  mayor interés en una desmovilización de las FARC-EP (los residentes de las comunidades bajo su dominio). De otra parte, no son los miles de soldados menores de edad ni víctimas de las FARC-EP que tienen su silla en la mesa, pero Iván Marquéz, el no. 2 de esta organización guerrillera y el líder del Bloque Caribe quien ha sido acusado de varios crímenes de guerra.

Mejor dicho, lo que se esta negociando en La Habana es una paz entre victimarios. Tanto el gobierno como la guerrilla se creen las víctimas, y ningunos (aunque Timochenko si se pronunció sobre esto despues de la restitución de tierras por el gobierno colombiano en el Caguán) se han comprometido a darle la cara a sus víctimas.

Esta falta de reconocimiento de sus crímenes (de ambas partas) en PRO de la paz, es muy diferente al discurso de memoria y exigencia a la verdad y la justicia que caracterizó mucho de los mensajes vistos hoy por las calles de Colombia.

No digo que lo perfecto sea el enemigo de lo bueno, pero se tiene que reconocer que como todo en Colombia, este proceso se ha dado a una centralización y burocratización; quitandole el poder y la palabra a los líderes comunitarios y los que siguen viviendo la guerra. Como lo dicen los analistas del CINEP/PP un proceso duradero y legítimo tiene que ser regionalizado. 

El enfoco gubernamental sobre la prudencia (que los guerrilleros también han respetado) hace mucho sentido dado la caotíca naturaleza del Caguán. Se ha hablado en unos sectores de someter el acuerdo a una asamblea constituyente, o un referendo popular (que, por supuesta, podria ser derrotado por el uribismo). Sin embargo, daría mucha pena si la paz, como fue la paz coja del 58 que acabó con la ‘Violencia’ pero abrió el camino para las FARC, sería como la guerra en este país – impuesta por los poderesos sobre ‘la Otra Colombia’ sin consulta ni espacio para sus voces.

Uribe y su Puro Centro Demócratico dice que el no es opositor de la paz, pero que se opone a ‘paz con impunidad‘. La diversidad en la marcha hoy quizas muestra que la mayoría de los colombianos quieren poner sus diferencias al lado y tomar ventaja de esta rara oportunidad para un acuerdo viable con una guerrilla que hace pocos años se tildaba de ‘narcoterrorista’ y hace unas decadas se pensó invencible. Sin embargo, solo porqué los Uribistas no han salido a la calle no quiere decir que no tienen apoyo, y que todas las víctimas esten a favor del proceso.

La paz, como todo en este mundo, vendrá con su precio. Las FARC-EP han dicho reitaradamente que no irán a la carcel como parte de un acuerdo. Ellos se consideran las víctimas; quieren hacer política ahora con garantias y no le quieren dar la cara a sus víctimas, ni de que hablar de cumplir castigo por sus delitos.

Entonces, se puede decir, de alguna manera, que Alvaro Uribe si tiene razón. Indudablemente, va tener que ver un compromiso entre la “justicia” y la “paz”. Muchos en la izquierda, y con buena razón, fueron muy críticos hacia el proceso de desmovilización con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Sin embargo, parece muy estraño que el vocero que les esta reclamando a las FARC-EP las víctimas sea el ex-Presidente contra-insurgente y no esta dando esa misma crítica. De todos modos, se tiene que decir que ese compromiso entre la justicia y la paz es un tema muy delicado y controversial; dentro de los medios de comunicaciones corrientes, los políticos, y la mayoria de analistas que estan a favor del proceso hay un lenguaje de llamado al perdon y la reconciliación como si las víctimas se las deben al país, pero ese compromiso (cuanta ‘justicia’ en cambio a cuanta ‘paz’) no es algo que se podrá imponer desde La Habana, ni desde Bogotá. La paz del 58 fue una paz entre victimarios, poderosos, y que fue impuesta, dejando heridas abiertas que dejaron la tierra colombiana fertil para el derramo de sangre de la proxima media decada.

Finalmente, la guerra en Colombia en muchos sentidos si y no es contra las FARC-EP. Esta guerrilla sigue desplazando, matando, amenazando, reclutando, y cometiendo todo tipo de crímenes de guerra y de lesa humanidad, pero la violencia del neoparamilitarismo es mucho más de una amenaza a la seguridad pública que las guerrillas. Esto no quiere decir que la prioridad que se da al dolor humano de las personas que siguen siendo victimizados por las FARC-EP debe ser menor por el hecho que las bandas emergentes son mas violentas, pero si quiere decir que un acuerdo de paz con las FARC-EP (y hasta con el ELN) no acabará con la guerra y la violencia en Colombia de manera holística.

Incluso esta mañana el Presidente Santos en su Twitter reconoció la lastimosa muerte de Ever Antonio Cordero Oviedo, defensor de derechos humanos y restitución de tierras que fue recientemente asesinado en Valencia, Córdoba. Este señor es solo uno de los miles de Colombianos quienes estan siendo victimazados por esta nueva composición del paramilitarismo, y quienes, por el discurso del gobierno de que son simples ‘bandas criminales’ sin conexiones al poder regional y local, no estan recibiendo ninguna marcha hoy. Entre estos miles figuran por ejemplo, las mujeres de la Asociación  Desplazados Dos de Mayo (ADOM) en el Chocó, y las Mujeres del Valle Encantado en Córdoba.

En Colombia, el desarollo ecónomico de algunos sectores esta ligados a la guerra. La guerra es en Colombia, una especia de institución propia. Desarmar esa institución, cuyas raizes estan nexas a tantas otras instituciónes como el poder político, ecónomico, la industria militar, etc va tener un alto precio. La guerra es un negociazo, y para acabar con ella tendra que haber un cambio fundamental en la sociedad colombiana. El emperador del Etiopia, Haile Selassie, en un discurso que fue immortalizado en una canción de Bob Marley llamado guerra dice que “hasta que no haya ciudadanos de primera y de segunda clase de ninguna nación, habra guerra“.

Este proceso de paz entonces debe ser un proceso tranformativo para la sociedad colombiana. No solo de reconciliación entre víctimas, y víctimarios (dos identidades que se cruzan con frequencia), pero de un nuevo contrato social para empezar a deconstruir esa muralla que divide Las Dos Colombias. La paz contra las FARC-EP tiene que ser un proceso que no solo desata un proceso con el ELN, y el neoparamilitarismo, pero que también empieza una conversación mas amplia sobre las violencias estructurales como la pobreza, el machismo, el racismo, la desigualdad, y sobre todo el clasismo que podujieron las guerrillas.

Tendrá el país esa conversación? Hace 10 años hablar de una negociación con los ‘narcoterroristas’ era imposible, y ahora es algo apoyado generalmente. Tomó una decada de contrainsurgencia, desplazamiento, asesinato, parapolítica, y guerra total, pero por lo menos esto demuestra que los colombianos han podido cambiar de opinión, dejar de al lado el guerrerismo y el odio contra las guerrillas en favor de un supuesto bien común (una paz nacional). Pero ese cambio, como lo que vendrá, tuvo un precio.

PS

No todo lo ocurrido fue en Bogotá, les invito a conocer lo ocurrido con el Centro de Memoria Histórica en Buenaventura.

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